sábado, 11 de mayo de 2013

Zarpando Por Un Nuevo Amor....!!!!!


Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.


¿Qué ves cuando sonrío?
¿Qué escuchas cuando callo?
¿Qué tocas cuando toco?
¿Qué ves cuando sueñas?
¿O es que no me ves, escuchas, sientes o sueñas?
¿No te acontece y deviene esto?
Entonces no me sabes, me desconoces;
¿Soy entonces para vos, sombra, fantasma o espejo?
Dejemos el engaño y si no logramos re-conocernos,
Bifurquemos nuestros caminos.


Complicado es hablarle a ese "yo",
reflejo del espejo, máscara de mentiras,
Punta del iceberg y cobarde instancia
Que coloca una barrera entre lo real y lo imaginario.
 

Que resuenen las palabras y sus significantes,
Aunque no sean comprendidas,
pues el origen de nuestras confusiones se llama lenguaje,
Más en algún lugar de tu mar obscuro, de tu océano perdido,
de tu ciudad inundada,
Estas palabras espero reposen con la intención que en algún tiempo,
En alguna otra vida quizás, aún en la época de acuario,
Te ayuden a brindar luz, a germinal la semilla y comenzar a dar fruto.


He zarpado de nuevo,, pues si me sigo quedando en este muelle
Ya tendrá sabor a estancado, este amor
y procuro no corroer mi alma.
No puedo dejar atrás mi búsqueda y mi encuentro,
Y si la búsqueda nunca encuentra es señal de tiempo perdido,
Debo seguir mi camino o seré una estatua más.,
La búsqueda encuentra, el deseo reconoce para luego desconocer.
 

Y en esa búsqueda tendemos a refugiarnos en la fantasía,
En sus brazos nos acurrucamos,
Nos dejamos llevar por el sonido de nuestros cuerpos,
De los colores nos inundamos,
De las texturas nos embriagamos,
De los olores nos dejamos mentir,
De volar en las nubes y alucinar felicidad nos extasiamos,
Pero después de todo, sólo después de todo,
Es sólo refugio y sueño,
Cuando otros comienzan a despertar.
 

Y cuando digo es momento de zarpar,
Es porque ya estoy en mi barco rumbo a aquél destino,
No te digo adiós, porque nunca nos conocimos en realidad,
Tal vez en otra vida, aún en la época de acuario,
Logremos re-conocernos y será momento de brindar.
Hasta pronto, querida....!!!!
 
 

martes, 7 de mayo de 2013

La Mujer Y La Debilidad De Los Hombres

 
Tengo la boca llena de ti, de tu boca. 
Tus labios apretados, duros, como si mordieran los míos.


Cuentan que:

Era ya de noche, la luna parecía ocupar un ámbito propio de soledad acompañada junto a estrellas ajenas y vedadas a los vicios del tiempo y a las costumbres de los libros. Cantaban unos grillos canciones de grillos enamorados, acompañados del sonido sigiloso del agua que golpeaba pequeñas piedras incrustadas como diamantes en un río sin nombre y sin dueño. Todo esto sucedía bajo un balcón pequeño que contenía en sagrado juramento historias de amores secretos y otras de recuerdos sin futuro.

Un reloj redondo y viejo marcaba la hora, parecía gritarles que se iba el tiempo volando tras el viento, pero él no escuchó, tal vez porque ese día no le importó el tiempo, tampoco el viento, sólo el momento. Ese día usó un sombrero grande y negro como las alas extendidas de un cuervo, un chaleco de terciopelo que su abuelo le heredó con cariño, un pantalón negro, y unos zapatos que anduvieron con el pasar de los siglos. Ella un vestido hermoso y largo color silencio, zapatos negros y altos, un perfume fresco que combinaba con aquella sonrisa tinta.

Siete minutos la miró de lejos, no se atrevió a más hasta que el alma le preguntó con gran curiosidad, qué derramaba aquella sonrisa de dientes morados y labios azulados. Comenzó a desearla, y sintió un alborozo en el estómago que le provocó probar aquellos labios que cubrían unos grandes y bien formados dientes morados, para luego no quedarse queriendo con los ojos, sin palabras y en secreto.

Así transcurrieron otros siete minutos de dulce tormento. Comenzó a llover. Se iluminó entonces su imaginación, la melancolía se posesionó de su mente, y sintió que el corazón le comenzó a palpitar como preguntándole ya con afán qué se sentiría el tomarla sin preguntar y besar esos labios morados y advenedizos, con dientes azules.

Se acercó y dijo sin trepidar: “salgamos, contemos las estrellas”. Ella respondió mostrando esos dientes color cielo: “Salgamos, y dejemos que ellas nos cuenten lo que tengan que contar”. Salieron y bajo la paz de aquella noche de luna llena, se encontraron por primera vez las miradas, nadie dijo nada pues por un momento nada interesaba. Se conocieron un momento en silencio mirando las estrellas, escuchando a los grillos, acariciándose las manos.

Siete minutos más transcurrieron, hasta que él habló: “¿qué podré decirte esta madrugada?. No ordeno las ideas”. Ella respondió: “bobadas, di bobadas”. Entonces le susurró: “Tenés razón, ¿de qué me sirve recordar y pensar?, ¿qué importa la noche y el día?. Decime, ¿quedaron azules esos dientes tuyos porque derramaste y derrochaste poesía en la noche y hasta en el día?. Ella respondió: “¿Quién es poeta?, ¿a caso lo sos vos o es aquel que al salir el sol sus palabras son como el cantar y riman al finalizar?. Ante aquella pregunta revuelta sólo alcanzó a recitar: “a la gente les digo que soy poeta, a vos que no sos gente te digo la verdad: soy una silueta. Silueta que no descansa, que sus pasiones son eternas… soy silueta porque siempre busco y todavía no encuentro el verso sabio que me haga decir: soy poeta”. Ella intrigada, le dijo: “El poeta no es un sabio, es el mediocre que día a día escribe y aprende, es aquel exageradamente humano y eternamente buscador de amor. Es aquel que con lágrimas forma versos, con las caricias pasiones y con el alma amores”. Él sólo alcanzó a decir: “tu mirada es linda, tus manos son lindas, tu figura es linda, tu cabello es lindo, todo eso es lindo porque sos toda linda vos. Tus labios son azules y tus dientes morados y aún no sé por qué chingados.” Ella sin titilar le dijo: “es cierto, lo confieso, derramé poesía sin acabar, se secan mis labios, se pudren mis dientes y ahora tengo un aliento a desamor que sólo curará un beso que me sepa a amor”.

Me voy dijo ella, comenzó a caminar hacia la puerta. Él le dijo: “no, quédate un rato más”. La tomó de la cintura, acercaron las frentes. Aunque sintió el aliento a desamor, tocó con su dedo índice aquellos labios morados, y a pesar del temblor que le hacía tambalear las rodillas y el alma, la besó y ella se dejó besar.

Cuentan que aunque hacía frío y la oscuridad provocaba sueño, no les importó amanecer esa madrugada en aquél balcón perdido. Porque a partir de esa madrugada, no queriéndole escribir, poesía de su puño y letra le recitó. No queriéndola recordar, nunca la olvidó. No queríéndola pensar, siempre la soñó. No queriéndola besar por temor a perder, la besó. Y no queriendo probar labios morados y dientes azulados, a-zu-lado se quedó.